La investigación participativa surge como un enfoque aparentemente útil para mejorar la forma en cómo se generan nuevos conocimientos vinculando a los actores que se relacionan directamente con el problema de investigación. Por definición, la investigación participativa (IP) implica que los agricultores adquieran el papel de investigadores, adquiriendo corresponsabilidad e iniciativa, donde el problema a investigar es definido, analizado y resuelto por los propios grupos sociales, desde sus lógicas y cosmovisiones (Cárdenas, 1990).
Sin embargo, existen múltiples experiencias en las que la IP termina siendo un proceso lento de resultados a largo plazo que puede dilatarse en tiempo, lo que genera desgaste a las partes, por otro lado dejar en manos de los agricultores y/o sus colectivos un gran número de decisiones sobre el proceso de investigación hace que ésta carezca de rigor científico, los enfoques cuantitativos pueden hacer que el agricultor pierda interés y se auto relegue a un segundo plano, retornando al paternalismo de la investigación clásica, sin mencionar que la debilidad de las organizaciones de productores puede incidir negativamente en el involucramiento activo de los agricultores y afectando así a la trasferencia de tecnologías. Es por esta razón que la investigación participativa no es útil en el acervo de la investigación agraria.
La investigación agraria clásica, cuyos métodos se vieron influenciados principalmente por las tecnologías de Revolución Verde, concebía el diseño de los experimentos en condiciones ideales, tanto en campo como en laboratorio, esto ha sido cuestionado desde la IP ya que los resultados de dichos experimentos resultaban inaplicables en las condiciones en las que muchos agricultores realizan sus actividades productivas.
Es por esto que, en el ámbito de la investigación, a mediados de los sesenta, se inició un proceso de reformulaciones y planteamientos en el que se ponen a consideración nuevas propuestas metodológicas de intervención social, apostando por procesos participativos en donde se incluyen a las personas como sujetos activos capaces de pensar por sí mismos y con capacidad de generar transformaciones en su entorno (Melero & Fleitas, 2015). En consecuencia, el enfoque de las investigaciones se modificó hacia un diseño de experimentos que consideraran las diferentes condiciones ambientales, climáticas, sociales, económicas, etc., en las que los agricultores realizan sus actividades productivas.
Los investigadores Alguacil et al. (2006) sostienen que dentro de la metodología de investigación acción participativa, existe un factor de alta complejidad en el que el proceso avanza a un ritmo pausado ante las necesidades de adaptación a las disponibilidades, el nivel formativo de los participantes, las condiciones socioeconómicas y otros factores que terminan generando un desgaste excesivo en el proceso, provocando que los participantes, especialmente los agricultores, pierdan motivación, en particular, cuando empiezan a evidenciarse resultados que cualitativamente consideran negativos.
Es un proceso dilatado en el tiempo y que requiere atención permanente con intervención recurrente desde el especialista o técnico. Un proceso largo, no es garantía de éxito en el cumplimiento de los objetivos que permiten solucionar un problema de investigación. Si tomamos en cuenta el nivel de participación de los actores en investigación participativa, vemos que, si los agricultores tienen participación en calidad investigadores activos o líderes de la investigación, es porque poseen un grado de formación adecuado que le faculta la toma de decisiones y garantiza compromiso total y sentido de propiedad del proceso de investigación (Balcazar, 2003), esta condición no siempre se cumple y menos en el contexto latinoamericano donde los agricultores apenas logran completar su escolaridad básica.
Lastimosamente, el agricultor en la mayoría de casos termina teniendo un grado de participación secundario, como proveedor de la parcela de experimentación y aportando únicamente mano de obra barata o de oportunidad en favor del investigador, reivindicando de esta manera un enfoque paternalista, por ejemplo en Ecuador el acceso a la tierra y el despojo progresivo de la fuerza de trabajo como medio de producción a los campesinos e indígenas fue un factor determinante para desarrollar la agroindustria florícola en la zona norte de la región Sierra (Hidalgo, 2018), las empresas florícolas, con medios de producción y capital suficiente para ejecutar investigación para mejorar su producción, jamás considera a sus trabajadores como sujetos capaces de proveer soluciones conjuntas en favor de las empresas, al contrario, la cantidad de investigaciones que analizan la precarización del trabajo y su escasa participación en el desarrollo empresarial, son abundantes.
Obtener un grado de participación de alto nivel toma tiempo, incluso generaciones hasta que son capaces de identificar con criterio científico-técnico los problemas que subyacen a su actividad productiva, lo que en definitiva hace que los resultados de investigación se prolonguen en el tiempo o sean marginados por la investigación clásica.
En este contexto, al dejar en manos de los grupos y comunidades un gran número de decisiones sobre el proceso de investigación, ésta carece de rigor científico, el agricultor no tiene real compromiso científico y por lo general desconoce el real alcance de la investigación participativa y en consecuencia se auto relega a un segundo plano, reiterando la condición anterior. Albicette-Bastreri & Chiappe-Hernández (2012) de su experiencia en IP, mencionan que la investigación ligada a la acción participativa pierde algo del rigor científico en función de las prioridades del productor, que en la mayoría de los casos prefiere resultados cualitativos que interpretar resultados cuantitativos y, lo que es peor, su falta de conocimiento para construirlos, siendo necesario un esfuerzo en la sistematización y publicación de los casos para poder proponer soluciones integradoras que eleven a un puesto de mayor participación al agricultor, requiere por tanto capacitación y esto repercute en elevar los costos de los procesos investigativos, por lo que hay que decidir cuándo se introducen los elementos teóricos en el proceso haciendo que se requieran extensionistas en el proceso; aclarando metas, resultados esperados, precisando métodos y técnicas, acorde con su avance y manteniendo flexibilidad.
El fin mismo de la investigación es la obtención de conocimientos que contribuyan a solucionar problemas, en torno a ello, la transferencia de tecnologías ha sido por siempre una tarea que en muchas ocasiones no se ha logrado satisfactoriamente ya que a la fecha uno de los principales problemas del sector agropecuario del mundo es una ineficiente transferencia de conocimientos hacia quien debería ser el principal beneficiario, el agricultor. En la IP, se identifica que a debilidad de las organizaciones de productores o su inexistencia no logra promover el involucramiento de los agricultores, ni la trasferencia efectiva de tecnologías (resultados) (Alguacil et al., 2006).
Dado que se trabaja con un grupo limitado de científicos, no siempre con formación en sociología, conjuntamente con organizaciones representadas por líderes de heterogéneo nivel de formación académica, hay que consolidar un grupo que pertenezca a una organización de productores fuerte (Albicette-Bastreri & Chiappe-Hernández, 2012), esto elitiza la investigación y termina ocasionando que los beneficios de la investigación no se extiendan a todas las comunidades o miembros, una organización comunitaria fuerte pasa a ser actor clave del proceso.
Este tipo de procesos no está exento de tensiones y conflictos, que exigen un talante mediador-negociador a los participantes y, en particular, a los técnicos asesores, al grupo motor y a la comisión de seguimiento u otro tipo de organización interna que garantice la ejecución de los procesos (Alguacil et al., 2006). Sin embargo, la regulación de los conflictos y tensiones es uno de los valores significativos de la IAP pero que se considera de muy alto riesgo a la hora de generar conocimiento.
En definitiva, la Investigación Participativa, tal y como está concebida no resulta ser útil para la investigación en el campo agrario, por que resulta compleja con procesos que se dilatan en el tiempo hasta que se garantiza una adecuada adaptación a las condiciones reales en las que se va a ejecutar, haciendo que las investigaciones se vuelvan muy específicas y poco aplicables en condiciones generales, son investigaciones que ante la pérdida de interés de los agricultores, por preferir un resultado cualitativo sobre el enfoque cuantitativo, corren el riesgo de perder rigor científico, reinvindicando el paternalismo de la investigación clásica y finalmente es una metodología que supone alto riesgo por la frecuente debilidad en las organizaciones de productores, haciendo que los proyectos fracasen, las tecnologías no se transfieran adecuadamente o en definitiva eliticen el proceso haciendo que sólo organizaciones fuertes puedan acceder a la IP o lo que es lo mismo, entregando la investigación participativa únicamente a una reducida fracción de productores con mayor poder económico con sufrientes elementos y medios que encaminan a priorizar las investigaciones en función de sus requerimientos sin tomar en cuenta los intereses de las grandes mayorías.
Referencias
- Albicette-Bastreri, M., & Chiappe-Hernández, M. (2012). Una experiencia de investigación participativa en Uruguay. Agricultura, Sociedad y Desarrollo, 9(1), 29–54.
- Alguacil, J., Basagotti, M., & Camacho, J. (2006). Investigación-acción participativa en el barrio de San Cristóbal de los Ángeles (distrito de Villaverde, Madrid). Cuadernos de Trabajo Social, 19, 331–346.
- Balcazar, F. (2003). Investigación acción participativa (iap): Aspectos conceptuales y dificultades de implementación. Fundamentos En Humanidades, 4(7–8), 59–77.
- Cárdenas, G. (1990). Investigación participativa con agricultores: una opción de organización social campesina para la consolidación de procesos agroecológicos. Revista Luna Azul, 29, 95–102. http://www.scielo.org.co/pdf/luaz/n29/n29a09.pdf
- Hidalgo, J. P. (2018). El caso de la acequia Tabacundo en la sierra ecuatoriana. In Equidad y Justicia Hídrica: el agua como reflejo de poder en los países andinos (1ra Ed., pp. 213–228).
- Fondo Editorial PUCP. https://uvirtual.uce.edu.ec/pluginfile.php/1320192/mod_resource/content/1/Cap10_HidalgoBastidas.pdf
- Melero, N., & Fleitas, R. (2015). La investigación acción participativa en procesos de desarrollo comunitario: una experiencia de cooperación interuniversitaria en el barrio de Jesús María, La Habana Vieja (Cuba). Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, 26, 203–228. https://doi.org/10.7179/PSRI_2015.25.08
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