Ing. Justo Castillo Freire MSc.
Ecuatoriano, nacido el 25 de diciembre de 1957; actualmente radicado en Quito. Ingeniero, especializado en Desarrollo Rural, Máster en Planificación del Desarrollo Socio-económico y Magíster en Docencia Universitaria e Investigación Educativa (coautor de dos tesis de posgrado). Profesor universitario en las cátedras de Filosofía, Economía Política, Política Económica, Teoría Política, Poder y Liderazgo, Sociología, Administración, Gerencia Social, Planificación del Desarrollo, Diseño de Proyectos de Inversión Financiera y Social. Su principal obra: «La Nueva Concepción de la Historia» (2019). De adscripción política Marxista-Leninista estalinista; hasta hace tres décadas (1990), militante político activo.
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Visión ontopraxeologoteleológica (naturaleza, historia, conciencia, finalidad) de la existencia. Gnoseología –“tecnología”- inversa: dialéctico-prospectiva/dialéctico-retrospectiva (la proyección del movimiento ascensional [extrapolación de la tendencia histórica del desarrollo científico-técnico: el conocimiento] conduce a figurarse el escenario en el que llega al concreto la historia: la civilización del “Ethos supramoderno y del ´valor´ de usufructo”, de la inmanencia/trascendencia intersubjetiva; mirada en reverso desde la cima figurada sobre los hechos pasados y presentes, interpretación mediatizada por el marco teórico referencial registrado en el constructo nocional del futuro meta hipotetizado [teleologopraxeoontología], guía a conferir a la existencia su auténtico sentido). Del caos total al orden: reinado de la racionalidad; ésta, la ley más general, que mueve a la humanidad, a la naturaleza y al Universo (a la Materia toda), cuyo instrumento último y esencial, es el neocórtex.
Perspectiva sistémico-histórica. Cada forma social ha desempeñado rol progresivo en el devenir humano. 1) Comunidad primitiva: conformar el sujeto colectivo; luego éste se escindirá internamente, efecto del primer desarrollo de las fuerzas productivas, de la división del trabajo, del excedente y su apropiación privada. 2) Esclavismo: dar forma a las “clases”, instalar (la división del trabajo: intelectual y manual) el hábito de conocer y forjar los primeros rudimentos del saber. 3) Feudalismo: desarrollo del arte, de las buenas maneras, ganar en edad, sostener e incrementar el grupo escindido e internamente contrapuesto. 4) Capitalismo: “crear la base material del mundo nuevo” (K. Marx). Y, 5) socialismo: ser el motor dual en el proceso de acumulación (acumulación socialista –C. Bethelheim), crear la idea de la racionalidad, poner el ejemplo con su perentoria y casuística operatividad. Este devenir, ha preparado las condiciones para el establecimiento de la última etapa de existencia humana más o menos larga, según sea la extensión de vida, que tome producir el “relato” total, con la renuncia a ser: la democovivencia.
Para formar el escenario futuro (comunista) se extrapolan tres variables estructurales: “Economía” (comillas, porque sólo en el capitalismo el proceso de reproducción material del Género asume la nominación de “economía”): automatización (ley del “valor” de usufructo [entrecomillas, por cuanto el producto ya no proviene del trabajo {tautología} humano]); “Política” (entrecomillas, porque la región política ha cedido con la abstracción de la “lucha de clases”; el substrato real no es más la “lucha por el poder para sostener o cambiar el status quo): “democovivencia” (estructuración y funcionamiento de la supramoderna humanidad por “ajuste mutuo”; el nuevo cemento “social” es el deseo de conocer, de producir el concepto del Universo, por seres uncidos en red mediante el cordón umbilical de proveeduría maquinizada); e, “Ideología” (entre comillas, en virtud de que la “ideología” en tanto tal: como expresión subjetiva de intereses contrapuestos, ha perdido también su carácter de representación al haberse abstraído su substrato real con la eliminación de la diferenciación social): conocimiento filosófico objetivo.
El capitalismo -“época de la febril acumulación” (K. Marx)- es la fase primordial en el proceso; al instante se halla por terminar su misión histórica: proveer del seguro de vida (“crear la base material del mundo nuevo”: el sistema automatizado de reproducción) a la vieja humanidad que viene. El socialismo fue adecuado para su momento; dicho sistema, no está más en el horizonte. ¿Qué es el “socialismo” en sentido clásico? La primera fase del “comunismo”; ahora bien, si el capitalismo es la realización de la determinación natural de la historia, el socialismo, en cambio, es la forma relacional genérica ideada, inventada, creada por la conciencia: es la subversión de la realidad por la razón, el intento de “control del potro chúcaro de las fuerzas productivas” (dixit A. Moreano). Strictu sensu, escenario en el que se ha abolido la propiedad privada de los “activos productivos”; en el que (“si quieren comer”) todos sus miembros deben trabajar (aún sobre base de la división estamental); en la que la remuneración se la hace en función del quantum de trabajo; y, en la que la reproducción (asignación de “recursos”) es proporcional y planificada.
El socialismo fue el resultado, por tanto, de la acción consciente (prepotencia, orgullo) de la voluntad creadora (en la perspectiva de Gramsci) de la clase que de modo natural encarna los designios del porvenir: el proletariado; el cual, una vez convertido en “clase para sí” al insuflárselo la conciencia política de clase, realiza la revolución: toma por asalto el poder del Estado mediante el ejercicio de la violencia organizada, destruye al capital e instaura el socialismo: el organismo humano sin clases. Este anhelo, proceso y experiencia se cristalizó completamente (se organizó la comunidad socialista en un sitio, en un dado momento, para un segmento de la humanidad [la ex URSS 1917-1956 y su Campo], a nombre de ella y de la historia; la ideología rectora del proceso: el marxismo, soportó la prueba de los hechos, habiéndose superado a sí misma, con su realización efectiva).
El sujeto histórico de la revolución y de la organización de la forma humana socialista: el proletariado, luego de haber cumplido su misión (un segmento de éste en el eslabón más débil: “para muestra, basta un botón”): no está más o se halla de salida de la historia (sujeto inicialmente tradeunionista, luego revolucionario [disputa al capital por el sentido de la historia], finalmente reaccionario: de ese modo sale de escena). Una vez que la clase obrera se adelantara a destruir parcialmente al capital, este último, herido de muerte, vuelve sobre su victimario para liquidarlo: es su sepulturero, reemplaza máquinas por trabajo vivo (se ve obligado a fortalecer su posición competitiva mediante la reducción de costos y el mejoramiento de la calidad, con el cambio en la composición orgánica del capital: el incremento relativo del capital constante); pero a medida que el capital mata al trabajo (ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia) se suprime también a sí mismo (los contrarios son anulados en conjunto): con la automatización completa desaparece el “modo de producción fundado en el valor” (K. Marx: Los grundrisse).
Visto bien el hecho, la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se instituye con el ingreso de la máquina en el proceso productivo y se realiza completamente con la automatización (la creciente sustitución de trabajo vivo por muerto, efecto de la necesidad de recudir costos para sostener la competencia, implica la puesta en cuestión del principio de la esencialidad del trabajo –del manual, del productivo: del que se vincula al capital y produce plusvalía [K. Marx], del emparentado con el proceso de producción de bienes y servicios inherentes a la reproducción material-, pero a su vez la paulatina reducción de la tasa de ganancia: el capital se anula a sí mismo). La citada ley tiene la función de pasar el trabajo a las máquinas.
El socialismo salió de la historia, para no volver a ella más. En realidad, la “emulación” (aún en su condición de “ley del valor socialista”) no es tan certera como la “competencia”, a efecto de operar como el móvil medial en el desarrollo de las “fuerzas productivas” (la “historia como progreso”); a este bemol estructural, se sumó la traición revisionista jruschoviana (o gorbachoviana, si se quiere ver la “defección”: no en 1956, sino en 1991). Si el socialismo se planteó compatibilizar progreso con equidad; mientras que el capitalismo sólo pone la monta en el progreso; la historia de modo implacable ratificó al moderno sistema de free trade, como el mecanismo más seguro para “crear la base material del mundo nuevo”. En verdad, a la historia (según una visión personalizante de ésta), no le interesa con qué sistema se realiza (si con capitalismo o socialismo, o con una forma intermedia contrahecha, de los dos), sino su cristalización per se.
La historia no va para atrás (ésta no retrocedió en la ex URSS y su Campo, pues, si las “relaciones sociales” se detrajeron, las “fuerzas productivas” van sólo hacia adelante: detentan movimiento progresivo). En este maremágnum; al interior de la complejidad posmoderna, hípermoderna (G. Lypovesky), originada por la presencia coetánea de los dos más grandes modos de acumulación (el privado o capitalista y el social o socialista), es menester encontrar la trama: la tendencia central entre tan variada dispersión de hechos. Todo se halla acomodado para que el ser humano realice su ser: la inteligencia, la producción de la idea total. El inmenso Universo aparece como un enorme desperdicio, considerado únicamente para sostener a un pequeño planeta y a sus habitantes; no obstante, la inteligencia es el zumum y su poder cualitativamente se equilibra (supera la limitación Godel) con la cuantitativa extensión mecánica del Universo, y al cumplirse el “para qué” del neocórtex, se advierte que las inmensidades –Universo-ser humano- sean, se hagan paralelas.
En la coyuntura irresoluta: ¿se puede culpar sin más (sin beneficio de inventario, de la duda) a los halcones de Washington por hacer las guerras?; ¿a los europeos por continuar en el boato y en la explotación, por bloquear el acceso a sus “dominios” a los desplazados latinos (de los modelos económicos monetaristas neoconservadores), árabes y africanos (efecto de conflictos inyectados en dichas zonas por parte de las principales multinacionales gringas, en el marco de un nuevo reparto del mundo)?, ¿a los sionistas por el “holocausto” contra los árabes? ¡No! Las clases dominantes de las principales cabezas (de Medusa) imperialistas son nada más, que “mozalbetes grandes”: son sólo bulto sin cerebro (son elegantes marionetas de la historia). Netanyahu, por ejemplo, es un viejo adolescente (está sometido a las determinaciones progresivas del devenir): guerrea, es megalómano, le gusta vivir con exceso de comodidades (ahora bien, a través de las travesuras de la conducta criminal de éstos la historia realiza el desarrollo último de las fuerzas productivas).
La población en general, en cambio (de la cual debe excluirse aquellos segmentos que tienen conciencia de izquierda, socialista o directamente comunista): ¿a qué se dedica? Empuja la rueda de la historia; pero, sobre todo, opera en condiciones de ser tan sólo el “banco germoplásmico”, o sea, la reserva de inteligencia, que se dedica a actividades menores, bajo tutela de los grandes trust, para los cuales son mercado de trabajo o de demanda final. Son el sostén del ADN, que contiene las instrucciones para que en el desarrollo del organismo, éste produzca las células cerebrales del pensamiento: el neocórtex; sector que no actúa en la ciencia, en la técnica o en los procesos de dirección, sino que espera que se le presente la oportunidad de entrar a jugar en las “grandes ligas”, pero únicamente en el caso de que los principales por alguna razón desaparezcan. Su cotidianidad está controlada por la esfera de los intereses de los negocios.
La época actual no es de las “revoluciones proletarias”; tampoco de las ortodoxias económicas liberales. La presente es una fase “transicional” (mutatis mutandis: 1956-2050): época cambiada; su característica básica consiste en ser el escenario de una nueva y última división, esta vez: global, del trabajo: las empresas multinacionales (la neotriada: EU, UE, Japón [y los BRICS]) completan el proceso de automatización; el Sur (neocolonialidad), crea las nuevas relaciones humanas (la comunidad humana). El capitalismo está en orden de ser cambiado, dado que cuasi ha cumplido su misión o, en su defecto: por cuanto existe ya otra propuesta, que termine dicho papel (la automatización), con omisión de las lacras sociales y ambientales, que la concreción de ese proceso, de manera natural, se deriva. La historia, de modo centrista (neosocialismo, socialismo del siglo XXI, ecosocialismo), avanza sobre los rieles: capitalismo (desarrollo material unilateral) y socialismo (racionalidad superior).
La humanidad (perspectiva teleológica) va directamente al “comunismo” (“economía”: automatización, “política”: democovivencia, “ideología”: racionalidad objetiva); pero no por voluntad de ella, sino por designio histórico, cuyo carácter (“lógica” –sic) fue consolidado por la actuación del proletariado: la Revolución de Octubre (y la Cubana) y la experiencia socialista de los primeros 30 años de la entonces URSS y su Campo. La robótica condensa y expresa toda la potencia histórica del trabajo social, es, pues, el estado último de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por la actividad del ser humano, fase que crea los presupuestos de concreción de la máxima aspiración terrena: la igualdad; ahora bien, la igualdad entre seres humanos sólo tiene lugar con el robot (“… a cada cual según su necesidad” –C. Marx); en efecto, el comunismo se da con robot (con el hijo, con el descendiente de la humanidad), ¡o no se da!, o sea, con la conquista del sistema automatizado de producción y su conversión en patrimonio general de la raza.
Marx expone la razón de ser del capitalismo en la historia: “El capitalismo inglés, al desarrollar el mercado mundial, se convierte en ´el instrumento inconsciente de la historia´, que prepara una ´revolución fundamental en el estado social de Asia´ y se propone lo que es la misión del ´período burgués de la historia´, a saber, ´crear la base material del mundo nuevo´”. A su vez desencripta el misterio humano: pone el sentido de la historia: conocer y controlar a la naturaleza (Los grundrisse); Hegel dice: el espíritu absoluto que se realiza; puesta esta especulación de pie: la materia adquiere su alter ego, su representación conceptual. Una vez producida la idea (el saber absoluto), la presencia del neocórtex (de la inteligencia, de las unidades de pensamiento: de su reproducción vegetativa) se vuelve innecesaria, pues, un instrumento sólo sirve a su objeto.
¡Increíble!, ¡impresionante!: la naturaleza de modo aleatorio se ha ido acomodando para crear y sostener, a y a la Especie, que debía representarla (la producción de la idea). Ese: ¡el sentido de todo! Producir la imagen simbolizada total de la realidad es, o debe ser la misión del ser humano: su aspiración máxima (según parecer personal, se cree que tal es el sino inevitable del Género; y, si no fuese así, aquella tarea debe auto imponerse la Especie, para actuar con racionalidad, para justificar y dar sentido a su vida). La historia, luego de la formación humana comunista (devenida ésta, o sea, una vez concluida la misión a su cargo, a realizarla de modo inevitable por la entidad racional en el Universo: la producción del alter ego material, su concepto), no va más; ¡allí concluye todo!
En Roma, al todopoderoso General vencedor, que hacía su ingreso triunfal a la Ciudad, ante el peligro de que se envanezca, que se infatúe, un esclavo reiteradamente le susurraba al oído: “Recuerda que eres un simple mortal, recuerda que eres un simple mortal,…”. En el zenit de la historia, en cambio, frente al súper ser humano de ese futuro (como las plantas comestibles y el ganado vacuno: el “ser humano …-genéticamente-… modificado”), que dubita ante la proeza lograda, se le parafrasea esa advertencia en sentido inverso: y, alcanzada la meta (realizada la gesta: la persona omnisapiente): producido el saber absoluto, una voz le dice, le repite insistentemente con serenidad y sin soberbia al oído del nuevo “Cesar” (es una manera muy elevada de “soñar despierto”, sobre la postrimera realización de la dignidad de la praxis humana):
Recuerda que te has hecho “divino”, recuerda que eres “inmortal”, recuerda que has llegado a la “perfección”,…
¿Es todavía temprano para pronunciarse de este modo? Es posible que estas hipótesis de muy largo aliento en la progresión humana, a pesar de que las mismas cuentan a su favor con la evidencia contenida en el desplazamiento histórico tendencialmente progresivo de la ciencia y de la técnica, para la mentalidad humana actual: no sean admisibles… No obstante, ellas tienen el mérito de apuntar una salida honorable para la Especie, en cuanto la rescata de las garras de la depresión existencial, de la inserción de la inteligencia… insumida en la sola recirculación hedónico-teológica (sensitiva-empresarial-religiosa) retardataria generación tras generación, para sugerirle lo que necesariamente viene: un “orden superior de civilización”…: la civilización del “Ethos supramoderno y del ‘valor’ de usufructo”,… este supuesto, no solamente que es un hecho: ¡es también una exhortación!…
Entre tanto, en el presente no puede instituirse un sistema de paz; en verdad, no es posible hacérselo antes de que de modo masivo no se haya logrado un nivel alto de racionalidad; pero esta última característica de la estructura de la personalidad humana tomada como género, no es alcanzable, mientras no se haya llegado al status de conclusión del desarrollo de las fuerzas productivas (materiales). El progreso material se mide por ese índice (que concentra todas las capacidades humanas), que se denomina “productividad del trabajo”; en la actualidad el mismo se halla gobernado por esa “nueva cualidad en la que se desenvuelve la historia” (dixit Sr. Dr. Alfredo Castillo B.), que es la ciencia y la técnica. Paradoja presente en el proceso: la máxima capacidad de know-how humano ocurre precisamente en el momento en que la persona se ha jubilado, ha pasado la responsabilidad de trabajar al sucedáneo suyo: a la máquina (pensante autónoma); luego, libre de la ley de “lucha por la vida”, el ser humano se dedica por entero a lo que es su ser singular: formular el concepto del Universo.
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