Alejandro Aguirre
Universidad Central del Ecuador, Facultad de Ciencias Agrícolas, Agronomía.
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El deseo de notoriedad en la comunidad, los intereses económicos dentro y fuera de la ciencia, el deseo de alcanzar un rango o posición social y la presión por publicar han empujado a muchos científicos a cometer fraudes a lo largo de su carrera, sin embargo, pese a que este comportamiento antiético se encarna en la cara más oscura de la academia, se ha evidenciado que lastimosamente se encuentra presente en otras estructuras sociales, produciendo un sin número de efectos negativos en las ya complejas sociedades modernas. Los comportamientos antiéticos en la academia van desde lo involuntario hasta la evidente intención de cometer plagio, esto se perfila como un problema de carácter mundial cuya solución nos concierne a todos y pese a que existe normativa legal que tipifica a estos comportamientos como delito, no ha evitado que se produzcan escándalos en torno a esta problemática. El plagio deliberado o inconsciente ocurre cuando se toman ideas de otros sin reconocer la real autoría de estos, pero también se considera como tal, cuando a una persona se le atribuyen contenidos o participación de una investigación en la cual no formo parte, este caso de plagio se conoce como falsa autoría y en ocasiones suele ser producto del encubrimiento entre pares o instituciones a lo que cabe preguntarse: ¿es antiético incluir a personas que no tomaron parte en un trabajo?, y a la vez ¿este comportamiento representa algún costo social?.
Para dar respuesta a estas interrogantes hay que entender que la falsa autoría, es un tipo de plagio, donde se incluye el nombre de una persona como el autor de un texto, manuscrito o artículo en el que no participó o que no haya aportado sustancialmente en su realización, este comportamiento se constituye en una falta ética y es muy común en las primeras etapas de la formación académica. Es considerada también falsa autoría, el hecho de pagar o contratar a un tercero que lleve a cabo la realización del trabajo escrito, la imposición de un nombre por parte de una institución o sus siglas, por el hecho de contribuir con recursos económicos, no obstante, en este último caso se recomienda una sección exclusiva para su agradecimiento.
Este fenómeno es muy común en Ecuador, no es extraño encontrar publicidad a las afueras de las instituciones de educación superior que ofertan por un módico precio la realización de trabajos de titulación en forma explícita, ante la vista y paciencia de las autoridades, lo sorprendente es que se exime de culpas al justificar su actividad como un servicio de “consultoría” y no un tinglado del fraude, el efecto en la sociedad no se ha hecho esperar y es así que se han evidenciado tristes casos en la política ecuatoriana, cuyos actores han plagiado o pagado la realización de sus tesis y en casos más reprochables la compra de sus propios títulos profesionales, degenerando así la institucionalidad, probidad y credibilidad del Estado. Un caso similar aconteció con el expresidente de México, Enrique Peña Nieto, quien hace 30 años habría plagiado no menos de 197 párrafos, de 682 del texto que compone su tesis previa a la obtención del título de Licenciado en Derecho, hecho irónico que opacó el nombre de la Universidad Panamericana y que habría incurrido en el plagio de más de una docena de autores, constituyéndose así su falsa autoría, sin embargo el hecho quedó en impunidad, nada raro en el tercer mundo, el equipo de Nieto así como del ex candidato a la presidencia de Perú, Cesar Acuña, inmiscuido en delito de plagio en su tesis doctoral, justificaron sus “errores” como faltas en el estilo y errores involuntarios.
No así sucedió con dos miembros del gobierno alemán, el primero en 2011, con Karl Theodor zu Guttenberg, entonces ministro de Defensa de Alemania, quien tuvo que renunciar al cargo por pedido de la Canciller Ángela Merckel, dado el dictamen de indicios serios de plagio en su tesis doctoral en la Universidad de Bayreuth; idéntico caso, aunque algo irónico, sucedió dos años más tarde con su ministra de Educación y Ciencia, Annette Schavan, quien tuvo claros indicios de plagio en su tesis doctoral atribuyéndose falsa autoría en muchos de sus resultados, dictamen que implicó al igual que Guttenberg la anulación de su grado doctoral y finalmente muerte a su vida política, desapareciendo de la palestra pública.
Los casos resultan numerosos y repercuten en los resultados esperados en el desempeño profesional de una persona, un pobre desempeño profesional y su falta de probidad, tiene que ver en gran medida con los comportamientos antiéticos en su formación superior. Para que un autor sea considerado como tal, debe haber contribuido sustancialmente en todas las etapas de la investigación, haber participado en la elaboración del manuscrito, aportando y revisando críticamente el contenido de este, debe aprobar la versión final para la publicación y finalmente estar en la capacidad de defender el contenido del artículo en su totalidad. En tal virtud, el incluir en calidad de autores a personas que no tomaron parte del proceso investigativo es una falta grave y reprochable, pues hay que tener presente que los autores y coautores comparten la responsabilidad de respaldar con su nombre la información contenida en su artículo. Entonces en la actividad y comunicación académica debe regir la ética y la honradez científica de los participantes, siendo la última indispensable dentro del conocimiento científico. Y finalmente tener presente que el plagio en cualquiera de sus formas afecta a la sociedad desde el rol o contrato social que ejecuta cada individuo, afecta la calidad del aprendizaje, la producción científica, tiene un impacto negativo en los procesos cognitivos, evita que se desarrolle la ciencia y en lo individual limita la capacidad de pensamiento propio, impide la creación intelectual, obstaculiza el conocimiento, desperdicia recursos, deslegitima la ciencia y en definitiva se constituye en un delito, cuyo desconocimiento no exime de culpa a quien incurre en él, por bienestar de la sociedad, debe ser amonestado.
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