Una de las técnicas más usadas en el campo farmacéutico para identificar sustancias que hagan reaccionar a los microorganismos, es haciendo proliferar bacterias en caldos de cultivo, como muestra la imagen de la izquierda; y antes de continuar con el tema de fondo, lo que usted observa es un homenaje que realizó el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte, Estados Unidos, para celebrar el cumpleaños de Charles Darwin, este cultivo consistió en tomar muestras con un algodón estéril del fondo de los ombligos de algunos voluntarios, al colocar la muestra sobre las cajas petri en medio de cultivo estéril y a una temperatura adecuada, diferentes microorganismos empezaron a crecer en ellas. Este pequeño experimento permitió que el público estuviera consciente de la microbiota que existe y se encuentra albergada en cada individuo; lo que definitivamente nos muestra es que somos en sí mismos verdaderos caldos de cultivo para diferentes microorganismos y aveces zonas como el ombligo se constituyen en términos de diversidad biológica una zona que podría considerarse las Islas Galápagos de nuestro cuerpo humano.
Pues bien las empresas farmacéuticas realizan este proceso de forma planificada hasta determinar sustancias químicas que hacen que los microorganismos presenten una determinada actividad biológica. Éste método ha conseguido desarrollar un gran número de sustancias antibióticas, de las mismas muchisimas han conseguido convertirse en
fármacos efectivos y no solo de uso humano o animal, dichas sustancias antibióticas han aportado significativamente en el campo de la industria alimenticia y en el agro frenando daños ocasionados por ciertas bacterias. Los antibióticos son por definición, tóxicos (anti «contra» ; bios «vida»), la meta es una sola, encontrar sustancias que sean más tóxicas para los microorganismos infecciosos que para los seres humanos, de esa manera hacer que el impacto en él, sea bajo o por lo menos médicamente tratable.
Ya en la década de los 50’s, se va descubriendo una variedad de poliésteres antibióticos usando técnicas de fermentación se caracterizan por poseer varias unidades estructurales de eter ciclico como la monensina, esta junto con otros poliéteres en estado natural se parecen a los éteres corona ya que también tienen la capacidad de formar complejos metálicos estables como se muestra a continuación:
La sal representada anteriormente es la sal de sodio de monensina, como se puede observar, los cuatro oxígenos de éter y los dos procedentes de los hidroxilos rodean el ión sodio.
Los grupos alquilo se orientan hacia el exterior del complejo y los oxígenos polares y el ion metálico están en el interior. La superficie del complejo, semejante a los hidrocarburos, le permite llevar al ion sodio a través del interior de una membrana celular, semejante a los hidrocarburos. Francis A. Carey & Robert M. Giuliano (2006)
Lo que irrumpe un equilibrio normal entre los iones sodio de la célula, interfiriendo con procesos celulares en la respiración celular, liquidando de esa manera a microorganismos varios, esta sustancia se agrega en cantidades pequeñas en los alimentos de los animales ayudando de esta manera controlar problemas de parasitosis que normalmente prolifera en pollos, vacas, etc. Finalmente a la monensina como a múltiples éteres corona que interfieren con los equilibrios de iones metálicos transportandolos en las células se denominan ionóforos (portadores de iones).
BIBLIOGRAFÍA
Francis A. Carey & Robert M. Giuliano, (2006), Química Orgánica. Capítulo 16: Éteres, epóxidos y sulfuros. 9º Ed. Mc. GrawHill. pp. 656.
Vidaver, A.K. and P.A. Lambrecht 2004. Las Bacterias como Patógenos Vegetales. Trans. Ana María Romero. The Plant Health Instructor. DOI: 10.1094/PHI-I-2006-0601-01. Recuperado de: https://www.apsnet.org/edcenter/intropp/PathogenGroups/Pages/BacteriaEspanol.aspx
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