Aproximación sobre la biopiratería, una visión desde el Sur

Alejandro Aguirre Flores

Universidad Central del Ecuador, 2023.

“Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.

Eduardo Galeano.

Así definiría Eduardo Galeano a la “usurpación colonial y neocolonial” de no solo los recursos genéticos del sur de América si no también de los saberes y conocimientos ancestrales de los pueblos y nacionalidades que en ella habitan; periodista y escritor uruguayo que trascendería a la historia como uno de los pensadores y críticos más relevantes del siglo XX e inicios del XXI, en su obra más conocida “Venas abiertas de América Latina”, libro publicado en 1971, narra la historia política, económica y social vivida en América Latina desde la llegada de los colonizadores europeos hasta el siglo XX, esta obra explora cómo la región ha sido históricamente explotada y subordinada por los grandes imperios colonialistas, en calidad de potencias extranjeras y cómo éstas irían transmutándose hasta nuestros tiempos, convertidas no sólo en potencias económicas, sino como monopolios transnacionales de las industrias alimenticias y farmacéuticas, entidades de financiamiento y grandes grupos económicos, la mayoría de ellos del “Norte Global” que al día de hoy ejercen una suerte de neocolonialismo que no ha dejado de saquear y usurpar al “Sur Global” evidenciándose de esta manera el trasfondo geopolítico que envuelve los intereses de estas grandes corporaciones.

La usurpación, palabra cuyo origen proviene del vocablo latino compuesto “usurpare”, que hace alusión etimológica al concepto de apoderarse de un “derecho de uso” (derecho de uso del cual creen que gozan las grandes corporaciones) que corresponde a otro, es decir, “usus” que es el derecho de utilización y goce que alguien tiene sobre lo ajeno, haciendo ejercicio del uso, abuso y usura; y “repare”, entendido como el acto de arrancar, arrebatar o expropiar con violencia algo que no le es propio, dicho de otra forma: robo, rapiña, piratería. Es de esta base etimológica que debe ser entendido todo acto de explotación no ética o injusta de recursos, que, en el caso del conocimiento ancestral y recurso genético, patrimonio de los pueblos y nacionalidades distribuidas en todo el mundo, adquiere la forma jurídica de “biopiratería”. En esencia, es el uso indebido o apropiación de la biodiversidad, organismos vivos, conocimientos ancestrales, de los pueblos, comunidades o nacionalidades históricamente constituidas, sin su conocimiento o consulta previa e informada, o lo que es peor, sin una participación equitativa de los beneficios resultantes de dicha apropiación.

El Sur Global, entendido como una basta área geográfica constituida principalmente por América Latina, El Caribe, África y algunos países del Sur de Asia, regiones históricamente sometidas por las potencias económicas y sus intereses han visto como sus territorios han sido saqueados dejando a sus pueblos en una posición de desventaja y dependencia en un entorno de desigualdad estructural que domina estas regiones limitando su real soberanía y esperanza de “desarrollo”, mientras el norte global vive una suerte de goce pleno de los beneficios que se obtienen continuamente de las regalías que deja consigo la biopiratería. Este delito, que trasciende fronteras, esta en todas partes, y se hace presente cuando se extraen muestras de plantas, animales, microorganismos de áreas geográficas específicas e incluso seres humanos vulnerables por sus orígenes antropológicos, y luego se utilizan para desarrollar productos farmacéuticos, cosméticos, alimenticios, agrícolas u otros productos comerciales sin compensar adecuadamente a las comunidades que poseen el conocimiento ancestral sobre esos recursos y sus propiedades.

Ejemplos abundan en todo el mundo, por citar algunos de ellos: el emblemático caso de Uruguay y Argentina con la planta edulcorante Stevia (Stevia rebaudiana Bertoni). Para 2014 se habían presentado más de mil solicitudes patentes en todo el mundo pese a ser ampliamente demostrado que el uso de la planta tenía orígenes en comunidades indígenas de estos países con registros incluso anteriores a la llegada de la corona española. Lo propio sucedió en el 2005, cuando la India logró desarrollar semillas de garbanzo mexicano y producirlo a gran escala sin consentimiento de los Estados Unidos Mexicanos, este acto permitió a la India dejar de comprar el producto a México y le arrebató el mercado de Arabia Saudita, Kuwait, Egipto, Líbano y Argelia, cayendo las exportaciones en un 40 %, sin dejar pagos ni regalías a la hermana república. En Ecuador esta realidad ha ido mucho más allá, cuando se el 2012 la Defensoría del Pueblo abrió un expediente de investigación tras denunciarse la extracción y uso ilegal de material genético de la nacionalidad Waorani (muestras de sangre) por parte del instituto estadounidense Corriel, la Escuela Médica Harvard y la compañía petrolera Maxus. Se comprobó que el instituto Corriel posee en sus bases muestras y vende material genético de la nacionalidad Waorani. Estas muestras fueron adquiridas a un científico de la Escuela de Medicina de Harvard. La Nacionalidad Waorani denunció que nunca fueron consultados y se los habría engañado haciéndoles creer que se trataban de brigadas médicas en los años 1990 y 1991 en una asamblea a la que asistieron alrededor de 80 líderes indígenas. Hasta la actualidad se desconoce el resultado de los “exámenes médicos” a los que fueron sometidos y jamás se los ha compensado por la extracción de este material, sin mencionar el silencio y negligencia Estatal tras el evidente delito de biopiratería.

La biopiratería pone sobre la mesa preocupaciones éticas y legales sobre la justa distribución de beneficios y la protección de los derechos de las comunidades indígenas y locales que han conservado y utilizado estos recursos y conocimientos durante generaciones. Para abordar estos problemas, se han establecido acuerdos internacionales y mecanismos legales, como el Protocolo de Nagoya (2014) sobre Acceso a los Recursos Genéticos y Participación Justa y Equitativa en los Beneficios que se Deriven de su Utilización, que busca asegurar un trato justo y equitativo en el uso de recursos biológicos y conocimientos tradicionales. Sin embargo, los incalculables casos de biopiratería en el mundo demuestran que este protocolo ha sido totalmente ineficiente, injusto y de interpretación ambigua entre países, desde luego, favoreciendo siempre a los grandes capitales que se ven cobijados por la triste sombra de la injusticia. Sin duda, el primer paso hacia la justicia social será el reconocimiento individual de los consumidores sobre los saberes ancestrales de los pueblos y nacionalidades, comer, vestir, adquirir una medicina, e incluso optar por una determinada terapia médica, no deja de ser un acto político que nos convoca a todos y todas, este reconocimiento debe ser coercitivo y decantar en compensaciones justas a los verdaderos guardianes de la biodiversidad, tal ves con la esperanza de que un día llegue la justicia a “los nadies” de los que siempre habló Galeano.

Alejandro Aguirre Flores
Alejandro Aguirre Flores

Hola, gracias por leer nuestro trabajo! Soy Ingeniero Agrónomo de profesión por la Universidad Central del Ecuador, pero además cuento con formación en comunicación pública de la ciencia. Soy investigador asociado del Instituto de Genética Barbara McClintock de Perú y CEO de Eñengi desde 2017, una marca registrada de nuestra empresa EÑENGI S.A.S. B.I.C., empresa ecuatoriana de beneficio e interés colectivo dedicada a la creación de cursos de educación continua en STEM y la divulgación científica, contamos con un staff multidisciplinar que día a día construyen este sitio para la comunidad latina. Este sitio ha sido creado para ti y te invito a ser parte de nosotros a través de todas las iniciativas de EÑENGI.

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